Todo debe ser contado al menos una vez, aunque como había dictaminado un escritor con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos, Javier Marías.

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Perdón y cuenta nueva?

No es la primera, pero puede que tampoco sea la última. ¿Es público todo lo que hay en la Red? ¿Podemos beneficiarnos económicamente del trabajo ajeno si éste se encuentra en Internet? ¿Es que no existe ninguna identidad detrás de las miles de creaciones que conviven en el ciberespacio? Ayer un blog de El país publicaba sobre el plagio de las camisetas de la nueva temporada que la cadena de Inditex ha sacado al mercado. Se trata de una serie de prendas que calcan literalmente fotografías de jóvenes adolescentes encontradas en blogs y que han posado involuntariamente para la empresa. La cuestión ya no es solo discutir sobre los derechos de autor de dichas fotografías sino sobre el derecho de imagen. Ya no me extrañaría si mañana nos despertásemos cada uno de nosotros con una camiseta ‘a nuestra imagen y semejanza’. Y es que, ¿qué precio poner a las ideas?

Las grandes empresas se hacen entre todos, por algo somos sus consumidores, sus clientes, su pan de cada día; pero no de este modo, porque las empresas también pierden credibilidad. En este caso, la cadena ha actuado rápido, ha pedido disculpas además de retirar de inmediato todas las camisetas de sus tiendas e investigar sobre el asunto; pero siempre eximiéndose de toda culpa.

En mi opinión, todos somos libres de copiar siempre y cuando nuestro ‘trabajo’ ilustrado no sea utilizado con ánimo de lucro. Múltiples diseñadores de grandes y pequeñas empresas, a los que se les exige una cantidad ingente de diseños, deciden ‘calcar’ simples fotografías que encuentran publicadas por la red. Es fácil esquivar las marcas de agua dibujando en papel, pero esas marcas de agua significan que una identidad se esconde tras esa creación. No hablamos de un banco de imágenes gratuitas, sino de blogs personales de jóvenes autores y creadores que invierten su tiempo y energías en darse a conocer; y de esta manera les han demostrado que no merece la pena intentarlo ni luchar contra quien tiene el monopolio, que es muy fácil beneficiarse del trabajo ajeno a las espaldas del verdadero ingenuo. Si nos gusta su trabajo, siempre podemos ofrecerles un contrato o, a lo sumo, pedirles autorización. Qué menos que citarles como fuentes originales de la obra. A los periodistas siempre se nos exige la citación y autenticidad de las fuentes, algo que debería extenderse para la vida en general, aunque sólo sea por educación. Pena me da que, en resumidas cuentas, esto puede traducirse en cualquier parte del mundo y en cualquier oficio.

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