Todo debe ser contado al menos una vez, aunque como había dictaminado un escritor con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos, Javier Marías.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El carnaval de lo cotidiano


Ya en vísperas del carnaval no entiendo por qué aún seguimos hablamos de fechas, de celebraciones, de estaciones del año o estaciones de tren, de tópicos, de estereotipos, de sexos o incluso del color de piel. No entiendo por qué hablamos de nosotros mismos como pura particularidad cuando la globalización se ha encargado de extirpar todos estos conceptos. La vida es el único espejo que nos ayuda a saber quiénes somos, y si todos nos reflejásemos a la vez nos daríamos cuenta de que las siete diferencias no existen. El propio carnaval se queda anticuado si ahora puedo disfrazarme cuando quiera, para ello no tengo más que abrirme un perfil en Tuenti. La realidad del carnaval no me aleja en la actualidad del escenario que me presentan las redes sociales. La misma máscara tras una identidad falseada. Falacias que se esconden tras las mismas caras, que resulta difícil acostumbrarse a otras. Todos se empeñan en enseñarme sus fotografías, en narrarme sus viajes, sus anécdotas, en presentarme a sus amigos. Yo me dedico a analizar sus sonrisas, sus disfraces. Y si dejo de sonreír un instante, es porque se me cansan las encías.

Hoy celebraré el carnaval de lo cotidiano y en mi disfraz reinará el anonimato. Mi perfil será la careta perfecta, siempre acompañada de mi mejor sonrisa. Sí, quiero coserme un disfraz a mi medida, donde yo sea el protagonista. Maquillaré mis miedos, mis complejos y vergüenzas, con retoques fotográficos. Ahora solo soy un mero actor que en un espacio ‘personal’ escribe su guion y en un tablón (sí, también ‘personal’) establece un diálogo con otros comediantes, como una comparsa. El acento, da igual. No importa si es de Cádiz o Canarias, su tristeza o alegría serán transmitidas con el mismo emoticono en ambos lugares.

En fin, ya es la hora, llegó el evento, comienza la fiesta…

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