Todo debe ser contado al menos una vez, aunque como había dictaminado un escritor con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos, Javier Marías.

domingo, 23 de enero de 2011

"No solo de majaronez vive el malagueño"

Título: Teoría del majarón malagueño
Autor: Alfonso Vázquez
ISBN: 978-84-96710-47-4
Editorial: Almuzara
Páginas: 201


Teofrasto, uno de los alumnos preferidos de Aristóteles, ya escribió hace 24 siglos sobre 30 tipos de estereotipos diferentes: el vago, el que piensa mal de los demás, el marido desconfiado… Pero dejó vacíos algunos huecos que no han sido completados hasta el año 2007. Año en que Alfonso Vázquez decidió escribir un ensayo humorístico sobre Málaga y sus ‘tres gracias’: “Málaga es una ciudad poliédrica, es decir, complicada a más no poder, y también lo son los malagueños; por eso, ni siquiera cuenta con un único tipo de malagueño tópico, cuenta con tres”.

El pasado jueves los alumnos de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga, tuvimos el placer de escuchar en persona al autor de un libro en el que prima el humor. Un libro lleno de anécdotas que nos hacen reír (de nosotros mismos), y que a la vez nos ofrece una mirada crítica sobre nuestra ciudad. “Un libro de estereotipos, puesto que son mentira, la mejor forma de abarcarlo es riéndonos de ellos”, comentaba el escritor y periodista Alfonso Vázquez.

Todos estamos concienciados (o al menos deberíamos estarlo), sobre el cómo los estereotipos hacen aumentar nuestros prejuicios. Pero no debemos dejarnos engañar tan rápido, pues todo estereotipo tiene una cierta base histórica totalmente deformada en la actualidad; y es que estos van cambiando y evolucionando con el tiempo. Así como el tiempo hizo cambiar la famosa mala follá granaina; y a mejor. La palabra proviene del verbo ‘follar’, que para disgusto de muchos mal pensantes no significa otra cosa que soplar con el fuelle. Y es que Granada se distinguía por una gran cantidad de fraguas en las que los encargados de darle a la maquina eran niños de unos siete años de edad, con lo que carecían de gran fuerza. Por entonces, se decía de aquellos niños que tenían muy mala follá. Este desconocimiento del mito de la expresión por parte de los habitantes de la provincia y enredándolos en nuevos contextos lingüísticos, era lo que enriquecía el mal humor de los granadinos.

En Málaga, en cambio, somos tan conscientes de los tópicos que nos rodean que los tachamos de cotidianos y nos llamamos por su nombre los unos a los otros. Los estereotipos que rondan nuestra ciudad conviven con nosotros diariamente, por no decir que somos nosotros mismos. Alfonso, con gran desparpajo y humor, establece tres grandes categorías: el majarón, el merdellón y el chusmón.

El majarón “se centra en aquellas personas majaronas que no están detectadas por la ciencia, pero sí por la ciudadanía popular”. El origen de la palabra proviene del árabe mahrum (desgraciado), y se caracterizan por llamar la atención sin tan siquiera disimular. Quien se lleva la medalla a la ‘majaronez’ no es más que un funcionario de a pie que se dedicaba, entre otras cosas, a inaugurar todos los retretes públicos de Málaga y quien no pudo resistirse a tal desdicha ni en la visita del Caudillo al puerto de la capital. La noche anterior, éste decidió saltar la valla del puerto para concluir su afán de utilizar antes que él el retrete portátil que le había sido impuesto, dejándose el pellejo en el intento.

El merdellón no se queda atrás. Palabra que, para desconocimiento de muchos, proviene en realidad del genovés merdellone (mierdoso). Pero esta apreciación que pudo tener la palabra en sus comienzos, acabó siendo sustituida por lo que hoy en día conocemos como personaje hortera y ‘bastante trepa’. Vázquez lo asimila como el ‘nuevo rico’, donde los méritos de la victoria del ‘merdelloneo’ no la supera otro que Jesús Gil.

Y la última de las ‘tres gracias’, el chusmón, proviene, al igual que merdellón, del genovés ciusma (canalla), quedando así reflejado para siempre el afecto que nos conjuraban. Pero como todo tiene su explicación histórica. Y es que genoveses Y malagueños convivían en una zona frecuentada por salteadores siempre acompañados de sus navajas. No es de extrañar entonces esta reacción. Pero de nuevo la palabra ha perdido su base histórica para comenzar a definir a cualquier persona que se comporte como tal, como una mera forma de entender la vida y cuyo lema se basa en “dar por saco al prójimo”.

Muchas más anécdotas se esconden en estas páginas, así como la famosa Capilla Sixtina malagueña, de la cual no tendréis más remedio que leer para identificar. Además de toda una arquitectura que mira al cielo antes que a su manquita, a la que ya no podemos contemplar sin atravesar los cimientos que levantaron el hotel que esconde tras de sí la Catedral.

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